Desde el corazón de la tierra, una semilla se despierta, un eco de la vida que, como nosotros, se extiende y se fortalece. Esta es la historia de crecimiento, de resiliencia, es la analogia del ser humano con quien nos ha enseñado siempre a través de su ejemplo, pero a veces sin darnos cuenta: la Naturaleza.
Los vientos, las lluvias, las tormentas y las sequias son los maestros más duros y también los más
justos. Nos enseñan a soportar, a mantenernos firmes, a arraigarnos en nuestra esencia y a descubrir en nosotros mismos una fortaleza que no sabíamos que poseíamos.
Cada esfuerzo que hacemos y cada lágrima derramada es una inversión en un futuro que aún está por escribirse. Un futuro que será tan brillante y único como nosotros decidamos hacerlo. Porque el futuro no es algo que simplemente sucede, es algo que creamos. Y cada uno de nosotros tiene el poder de crear un futuro Frondoso, un futuro lleno de vida, de color, de amor y de alegría. Esa es la promesa de la vida, y es nuestra responsabilidad cumplirla.
Porque al final del día, todos somos semillas, todos somos árboles, todos somos vida. Y todos tenemos el potencial de trascender, de crecer, de florecer y de dejar un legado que perdure.